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Guiyu, China (22/11/2007).- El aire tiene un aroma picante, por el humo que despiden los mecheros instalados frente a numerosas viviendas, en los que se funden cables para recuperar el cobre y se derriten las tarjetas de circuitos de computadoras desechadas, a fin de obtener oro.
Los trabajadores inmigrantes, en harapos, trituran las pantallas de los viejos televisores para recolectar el vidrio y los componentes electrónicos, arrojando al medio ambiente hasta tres kilogramos de polvo de plomo.
Durante cinco años, los ambientalistas y la prensa han alertado sobre los peligros para los trabajadores chinos que desmantelan buena parte de los aparatos electrónicos desechados por el mundo. Pero una visita a esta población del sureste de China, considerada el corazón de los desperdicios de alta tecnología, muestra que muy poco ha mejorado.
De hecho, el problema empeora, con la participación de la propia China.
El país produce actualmente más de un millón de toneladas de desechos electrónicos al año, dijo Jamie Choi, responsable de una campaña de Greenpeace China en Beijing. Ello se suma a casi cinco millones de televisores, cuatro millones de refrigeradores, cinco millones de lavadoras, 10 millones de teléfonos celulares y cinco millones de computadoras personales, según Choi.
"La mayoría de los desechos electrónicos en China proviene del extranjero, pero crece la cantidad de desperdicios generados por el país", añadió.
Este negocio se basa sólo en factores económicos. Para Occidente, donde las reglas de seguridad elevan el costo de reciclar y reutilizar los desperdicios, resulta hasta 10 veces más barato el exportarlos a países en desarrollo. En China, los pobres que emigran de las zonas rurales están dispuestos a enfrentar los riesgos para la salud a fin de ganar unos cuantos yuanes, explotados por empresarios codiciosos.
Los acuerdos internacionales y la regulación en Europa han reducido la exportación de electrónicos viejos a China, pero algunos defectos en la legislación --y a veces los sobornos-- permiten que muchos aparatos eludan esos requisitos. Y apenas una parte de los electrónicos vendidos vuelve a manos de los fabricantes como Dell o Hewlett-Packard con el objeto de reciclarse en forma segura.
Hasta el 90 por ciento termina en basureros que incumplen con estándar ambiental alguno, donde se utilizan trituradores, fogatas, baños de ácido y mecheros para recuperar el oro, la plata el cobre y otros metales valiosos, en un proceso que emite humos tóxicos y contamina los cielos y ríos del país.
Es difícil determinar las cifras sobre este comercio oscuro y libre de regulación. Sin embargo, los expertos coinciden en que resulta un problema cada vez más grave para el mundo en desarrollo. Estiman que 70 por ciento de los entre 20 y 50 millones de toneladas de desperdicios electrónicos producidos cada año en el mundo es arrojado en China.
El resto va principalmente a India y a países africanos.
De acuerdo con la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, resulta 10 veces más barato exportar los desperdicios electrónicos que encargarse de éstos en el país.
Los desechos llegan a China pese a que el país lo prohibe y a que Beijing ha ratificado la Convención de Basilea, un acuerdo internacional que proscribe el comercio de desperdicios electrónicos. Ted Smith, quien estudia esta industria, dijo que un exportador le contó que todo lo que hacía falta para que los productos viejos pasaran por las aduanas chinas era un billete de 100 dólares adherido en el interior de cada contenedor.
"El gobierno central está al tanto de los problemas, pero no ha tenido la capacidad o la disposición de resolverlos", dijo Smith, estratega de Silicon Valley Toxics Coalition, una organización con sede en California.
La Unión Europea prohibe esas exportaciones, pero Smith y otros especialistas consideran que el contrabando es rampante, principalmente ante la falta de castigos para los infractores. China, en tanto, permite la importación de desperdicios de plástico y restos metálicos, lo que muchos grupos de reciclaje usan como excusa para enviar al país los electrónicos viejos.
Y aunque los gobiernos estatales de Estados Unidos requieren cada vez con más frecuencia que los electrónicos sean enviados a lugares de recolección y reciclaje, es posible que incluso desde esos centros, las firmas del país envíen los desechos al extranjero, legalmente, porque el Congreso no ha ratificado la Convención de Basilea.
Los resultados son evidentes en las calles de Guiyu, donde la industria de desechos electrónicos emplea a unas 150 mil personas. Los contenedores navieros de partes de computadoras, viejas consolas de juegos de video, pantallas de computadora, teléfonos celulares y electrónicos de todo tipo, desde los muy antiguos hasta los prácticamente nuevos, son arrojados en las calles y separados para su desmantelamiento y fusión.
El cobre, el oro y la plata se obtienen al fundir o bañar en ácido los componentes, mientras que el acero se arranca y el plástico se tritura para otros usos.
En el poblado de Nanyang, a unos minutos de Guiyu, un matrimonio de la provincia interior de Hunan separa varios cables eléctricos en una choza con piso de tierra. Ese trabajo, además de la fusión de tarjetas de circuitos, les reditúa unos 800 yuanes (100 dólares) al mes, dice el marido, quien se niega a dar su nombre.
Muchas fundidoras se improvisan en las viviendas. Los mecheros de gas, fabricados por herreros locales, se instalan junto a la puerta principal, con una alta chimenea a fin de despedir los gases tóxicos.
Un visitante experimenta pronto jaquecas y un sabor metálico en la boca. El agua del subsuelo ha estado contaminada durante mucho tiempo, y no es propicia para el consumo humano. La cantidad de plomo en los sedimentos del río duplica los límites permitidos en Europa, de acuerdo con Basel Action Network, un grupo ambientalista.
Salvo por traer agua potable a la zona en camiones cisterna, los riesgos a la salud son prácticamente ignorados. Se sigue pescando en los estanques locales y hay varios montones de cenizas y desperdicios plásticos junto a los arrozales y diques del Río Lianjiang, el principal del área.
Varios químicos, incluyendo mercurio, flúor, bario, cromo y cobalto, generados por los desperdicios o por su procesamiento, habrían causado enfermedades dérmicas y respiratorias. Llevaría décadas el disipar la contaminación, según los expertos, y los efectos a largo plazo sobre la salud incluyen daños al riñón y al sistema nervioso, debilitamiento del sistema inmunológico y cáncer.
Mientras, varios vehículos lujosos están aparcados frente a las mansiones de quienes controlan el negocio en el centro de Guiyu. Muchas casas están adornadas con letreros que muestran nombres evocadores de su belleza, como: "Salón de la Paz Sureña".